¿Cómo evitar vernos mal en los probadores la mayoría de las veces?

¿Cómo evitar vernos mal en los probadores la mayoría de las veces?

En algún momento de principios de los 2000 fui mystery shopper. De vez en cuando me tocaba ir a un centro comercial de Madrid, entrar en cada una de las tiendas, fijarme en mil detalles, memorizar lo que vea y, al salir, rellenar un extensísimo cuestionario donde se preguntaba por cosas tan diversas como la intensidad de la luz, el estado de las prendas, el olor del local, la limpieza del suelo, el talante de los dependientes, el volumen de la música ambiental y, por supuesto, por los probadores. Eran grandes o pequeños? La luz era suficientemente intensa? Se cerraban cómodamente o todo lo contrario? Estaban limpios o hechos un asco? Con perchas abandonadas por el suelo o impecablemente recogidos? A lo que podríamos añadir una guinda: eran favorecedores o no?

Tanta atención al probador es lógica si tenemos en cuenta que es en ese casi siempre diminuto habitáculo donde se toma la decisión de compra. Por eso resulta tan difícil comprender que en la mayor parte de los probadores españoles la frase más repetida sea un «¡horror! ¿Pero en serio tengo esta barriga?» o sus equivalentes «con este vestido parezco un tonel», «madre mía, qué culo» o «tengo que ponerme a dieta urgentemente». La cosa se agrava más aún si lo que te vas a comprar es un bikini. Cuando esa luz cenital proveniente de un foco en el techo impacta brutalmente sobre tu cuerpo.

Y te desnuda.

Pero en el mal sentido de desnudar. Vamos, que saca a relucir todos tus defectos (que ya…, que no son defectos, que debemos amar nuestros cuerpos con todas sus singularidades, irregularidades de color y forma, pelos, pliegues que antes no estaban y ahora sí, etcétera, sí, sí, lo sabemos, gracias…). El fenómeno, global, ha sido bautizado como, tachán,ansiedad del probador (aunque para ansiedad, la que sentí yo una vez que me quedé encerrada, no en el probador, sino en el vestido donde había logrado embutirme y del que después, cuando intentaba sacármelo por la cabeza, no conseguía salir. Allí, en el probador, con los brazos cruzados por encima de los hombros, la cabeza y medio cuerpo dentro de aquella prisión de tela, empezó a agobiarme mucho la idea de tener que pedir socorro y que los dependientes y el público de la tienda me vieran en tan ridícula situación).

Lo anterior -me refiero a verse poco favorecida en un probador-, lo conocemos todas (menos mi amiga Marisa, que dice verse bien en los probadores, especialmente en el de Parfois de la Gran Vía madrileña, tan bien se vio que acabó comprándose una talla mayor de pantalón que la suya). Y ahora también lo sabe la plataforma de venta de moda online Zalando, que ha realizado un estudio a nivel europeo (14.609 adultos) titulado Size & Fit centrado, precisamente, en la experiencia en probadores. Los datos más interesantes que revela:

– El 39% de los encuestados señala haber sentido al menos una de las siguientes emociones en un probador: inseguridad, frustración o decepción.

– El 40% de los encuestados en España deja de comprar como consecuencia de su experiencia en el probador.

– Entre las quejas específicas en España sobre los probadores tradicionales se incluyen la falta de espacio (53%), los malos olores (27%) y el sentimiento de prisa (26%).

Por qué nos vemos tan mal, por regla general, en un probador

Aunque a primera vista pueda parecer que la pieza clave de un probador es el espejo, no es así. El espejo siempre es igual. Que algunos están trucados para hacerte parecer más delgada es un mito y ya ha sido desmentido mil millones de veces por los fabricantes de espejos y los de probadores. [¡Mejor para ti: si te ves más delgada y te gusta, disfruta del momento!].

En términos menos intuitivos y más profesionales, el estudio de interiorismo comercial CAAD Design lo ve así: «Los probadores deben ser lugares espaciosos para aportar comodidad al cliente y evitar la sensación de claustrofobia que estos espacios pueden provocar debido a su tamaño. Nosotros aconsejamos que estos midan por lo menos 1’20 metros cuadrados. El tamaño de estos espacios debe permitir al cliente cambiarse con holgura y libertad de movimientos». Es famoso, por ejemplo, que en Estados Unidos, por regla general, los probadores tienen mayor tamaño que en Europa.

Espacio y luz son los dos elementos clave en un probador y, curiosamente, es frecuente que no se les preste demasiada atención. Cuanto mayor es el probador, mejor te verás, entre otras cosas porque tu perspectiva respecto a tu propio reflejo será más abierta y por tanto, más completa y realista. Es como cuando te haces un selfie en un espejo. Si estás demasiado cerca, y disparas la foto desde la altura de tu cuello, el resultado va a ser un acortamiento radical de tus piernas. Vamos, que vas a quedar convertida en una chincheta andante. Si por el contrario te alejas lo suficientemente del espejo, verás tu cuerpo más completo, y si te haces una foto, el cuerpo aparecer mucho más proporcionado. Así que, a las malas, si no te convence lo que ves, antes de tener un ataque de ansiedad sal del probador y mírate al espejo desde más lejos.

En cuanto a la luz, todas sabemos lo que es una asesina. Si se limita a un crudo foco cenital generará sombras poco favorecedoras al caer sobre el cuerpo, como mínimo. Por eso, los sistemas que difuminan la luz son tan recomendables en los probadores. Para CAAD Design, «la iluminación de los probadores es un aspecto fundamental». Influir, explican, «en cómo se verá el cliente en el espejo. Debemos escoger una luz neutra que favorezca el aspecto del cuerpo frente al espejo y no produzca demasiadas sombras». En resumen, que si te ves horrible, antes de echarte la culpa a ti misma mira hacia la fuente de luz. Y chale la culpa al foco. La luz debe ser lo más parecida posible a la natural y caer suavemente sobre el probador y sobre ti, no como un hachazo a traición. «No basta con tener un punto de luz central, sino que se recomienda tener varios puntos de iluminación para lograr una iluminación adecuada en todo el espacio», sugieren desde el blog Montesco Jeans.

El probador colectivo de la tienda de Bershka en el Centro Comercial Marineda City, en La Coruña.BERSHKA

El probador del futuro: colectivo y psicodélico

El futuro del retail pasa, desde luego, por prestarle más atención al probador, por convertirlo en ese lugar donde te puedes hacer un buen selfie. Lo sabe perfectamente el grupo Inditex, que en Milán reabrió el año pasado una de sus tiendas estrella de Bershka, que ahora incluye un Fitting Lounge, un espacio de probadores colectivos para probarse prendas en grupo (hasta cuatro personas), en un entorno (de color rosa) enfocado a compartir la experiencia de compra en redes sociales.

Tras probar la experiencia en Milán, en abril la importaba a La Coruña, en concreto a la tienda en el centro comercial Marineda City. Los probadores colectivos, diseñados por el estudio de arquitectura neerlandés OMA, se pueden reservar hasta para media hora, para dos o cuatro personas.

Del probador de H&M en la segunda planta de su tienda de Paseo de Gracia en Barcelona ya ni hablamos. Es lo más parecido a ir a una discoteca y lo menos parecido a ir a un probador que has visto nunca. El probador del Bershka de la calle Preciados de Madrid es otra experiencia a probar. Más pensado para el selfie que para aislar la experiencia de compra, pura psicodelia. Que el futuro pasa por una revolución del probador es lo único que está claro.

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