La fabricación de armas de fuego con una impresora 3D es una realidad, aunque todavía se requiere una bala metálica como proyectil. Esta tecnología ha evolucionado rápidamente y ha sido adoptada inicialmente por fanáticos de armas y grupos de extrema derecha. Sin embargo, los expertos advierten sobre el riesgo de que esta tecnología se convierta en una herramienta para el crimen organizado y grupos terroristas.
En 2013, Cody Wilson, un estudiante de Derecho, logró fabricar una pistola con una impresora 3D y realizar un disparo frente a las cámaras de la BBC. La pistola, denominada ‘Liberator’, constaba de 16 piezas, de las cuales 15 eran de plástico y solo el percutor era de metal.
Wilson mencionó que la tecnología había cambiado la forma en que se accedía a las armas, desafiando las restricciones legales en muchos países. A pesar del potencial uso malicioso de estas armas impresas en 3D, Wilson defendió la libertad de compartir los planos en internet.
Desde entonces, la tecnología de impresión 3D ha evolucionado considerablemente, reduciendo su costo y aumentando su accesibilidad. Esto ha llevado a la proliferación de diseños de armas impresas en 3D, con casos documentados de extremistas de derecha involucrados en su fabricación y posesión.
La preocupación por el uso de armas impresas en 3D en el terrorismo se ha intensificado, especialmente después de casos como el ataque en Halle en 2019. Expertos advierten sobre la posibilidad de que estas armas sean utilizadas en futuros ataques terroristas y hacen un llamado a las empresas tecnológicas para tomar medidas en la eliminación de contenido relacionado con la fabricación de armas impresas en 3D.