En Francia, se está discutiendo el concepto de «cohabitación», que se refiere a la situación en la que el presidente de la República tiene que convivir con un primer ministro que no pertenece a su mismo grupo político. Este fenómeno ha ocurrido en tres ocasiones en la historia de la V República y suele ser un signo de decadencia del presidente en funciones. En esta ocasión, con el nombramiento de Michel Barnier como primer ministro, en el Elíseo prefieren llamar a esta situación «cooperación exigente».
Se espera que Macron ceda poder al primer ministro, adoptando un rol menos ejecutivo y más centrado en ser garante o árbitro. El nuevo primer ministro tendrá libertad para decidir sobre la composición de su gobierno y buscará mejorar la polémica reforma de las pensiones. Además, la presidencia se mantendrá al margen de ciertas decisiones ministeriales y se espera una nueva dinámica en el gobierno.
El nombramiento de Barnier ha generado críticas, especialmente por parte de la izquierda, que ve con recelo a un primer ministro conservador. Se teme que esta situación pueda provocar protestas en la calle y que Macron no haya respetado el resultado de las últimas elecciones. Con la llegada de Barnier al poder, se espera una posible integración de voces disidentes del Partido Socialista en el gobierno, lo que podría cambiar la dinámica política en Francia.
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