Después del debate entre Donald Trump y Kamala Harris en Filadelfia, la vicepresidenta puso a su rival a la defensiva durante más de cien minutos. Sorprendentemente, Trump compareció ante los periodistas al finalizar el debate para afirmar que él había sido el claro vencedor, desafiando las opiniones de expertos y encuestas.
Esta comparecencia fue inusual, ya que regularmente los candidatos no hacen declaraciones después de un debate. En cambio, suelen enviar a representantes designados previamente para transmitir sus opiniones. Trump siguió defendiendo sus argumentos, incluso sobre temas controvertidos como los inmigrantes haitianos en Ohio.
Lo que sucedía fuera del debate era clave para entender lo que pasaría dentro. Harris había sido ampliamente considerada como la ganadora, incluso en medios que tradicionalmente favorecen a Trump. Encuestas rápidas mostraron que la mayoría del público la percibía como la victoriosa.
Trump, sin embargo, insistió en su visión contraria y culpó a los moderadores de ser injustos. A pesar de las críticas, aseguró que había tenido su mejor debate. Sus acciones parecían reflejar su deseo de eclipsar a Harris en la cobertura mediática.
En la spin room, los representantes demócratas celebraron la actuación de Harris y criticaron a Trump. Algunos consideraron que este debate podría influir en las encuestas y dar impulso a la candidatura de Harris.
En resumen, el debate entre Trump y Harris generó opiniones divididas, pero confirmó la firmeza de la vicepresidenta y la determinación de Trump de seguir siendo protagonista, incluso después de concluir el evento.