Alemania ha decidido instalar controles en todas sus fronteras, argumentando la presión migratoria y el riesgo de terrorismo islamista, lo que ha generado críticas de algunos de sus vecinos. El primer ministro polaco, Donald Tusk, calificó el cierre como «inaceptable», mientras que Austria declaró que no aceptará a los migrantes que Alemania rechace en sus fronteras. Por su parte, Países Bajos advirtió que la medida afectaría a los numerosos viajeros transfronterizos. En medio del auge de la ultraderecha, la coalición alemana liderada por el canciller Olaf Scholz busca rechazar a los migrantes que no tengan derecho a entrar en el país, aprovechando una excepción del tratado de Schengen en casos excepcionales.

En respuesta, Tusk ha anunciado consultas urgentes con los países afectados y ha calificado la situación como una «suspensión de facto a gran escala del espacio Schengen». La decisión de Alemania ha generado preocupación en sus vecinos, como Austria y Polonia, que también iniciarán consultas. Mientras tanto, la oposición en Alemania presiona al Gobierno para endurecer las leyes migratorias y de asilo.

En este contexto, crecen las dudas sobre la capacidad de la policía federal para llevar a cabo controles efectivos en todas las fronteras durante un largo periodo de tiempo. Expertos han señalado que los controles fronterizos podrían significar el fin de Schengen, ya que van en contra de la normativa del tratado. Aunque en teoría estos controles son una excepción, varios países de la UE los han aplicado invocando motivos de seguridad nacional o crisis migratoria.

Desde 2021, Polonia ha sido objetivo de ataques híbridos destinados a desestabilizar la frontera de la UE. Tusk ha instado a recibir el apoyo de Alemania y la UE para defender la frontera oriental y combatir la inmigración ilegal de manera efectiva.